Datos personales

Mi foto
Pensiero stupendo.

sobre el título del blog...

No eran tres pulseras de bisutería comunes. El ruido era agudo, felino, punzante. Se metía en lo más hondo de mis oídos, viajaba hasta mi pecho y allí explotaba, dejándome sin respiración. Cada vez que escuchaba el ruido de aquellas tres pulseras de bisutería chocando entre sí en la pálida y fina muñeca de aquella mujer, mi corazón daba un vuelco y me preparaba para lo peor. Podía estar lejos, muy lejos, que yo la reconocía por el simple tintineo de aquellos abalorios.

sábado, 7 de abril de 2012

cARTA A UN DESCONOCIDO IV

El otro día me descubrí explicando a "x" nuestra historia. Me recordaba tanto a ti que me pareció estar explicándotela a ti mismo. Cuando él me preguntó cómo te llamabas, vacilé un momento. Reí indiscriminadamente por dentro pensando en lo curioso del caso. "Pero si eres tú...", pensé. También había algo que me decía que, tras el aparente bienestar de la primera cita, todo iba a acabar mal. Le permití que me tratara como a una cualquiera porque mi inconsciente pensaba que eras tú. Y ya sabes cómo me gusta habitar tu dolor. Me gustaría decírselo en algún momento. No quisiera que mi excesiva permisividad alimentara su egocentrismo. Lo que te quería decir, "x", es que "x" me comentó algo del tema que tú dominas tan bien. Y llegué a la conclusión que ni tú, ni por consecuencia él, podréis llegar a estar conmigo. No es que no queráis. Es que no podéis. Os sentís irremediablemente inferiores. Y eso es algo que choca con vuestra virilidad. Yo os diré lo que sois: no sois hombres. Sois unos mediocres. Y en la cama también, por cierto.

tODO ES CUESTIÓN DE OLOR

Todo es cuestión de olor. No se puede explicar lógicamente porque todo es cuestión de olor. Primero olemos y luego miramos. ¿O crees que es casualidad nuestro cruce de miradas? Las casualidades no existen. El olfato va primero y luego la vista. Y allí estabas tú. Buenos días.

vOLVERÁS EN VERANO

Imagina no tener nada que hacer más que tirarse en medio de la carretera y observar el cielo estrellado. No escucharemos más que el ruido de una noche de verano. Ya sabes, grillos. Puedes saber que el verano ha llegado a Barcelona porque de repente se escuchan los grillos. Caminaremos por las calles vacías de la ciudad. ¡Qué calor! Ya puedo sentirlo... Siento el calor y la humedad y el olor. Todo llega. Tú llegarás con el verano. Como el agua de mayo. Como una ducha de agua fría en pleno verano. Y Barcelona será nuestra.

aLGO SE PERDIÓ EN LOS NOVENTA

Recuerdo que los domingos en el Barrio olían a barbacoa, allioli y cerveza y, aunque todavía se escuchen los pajarillos cantar de buena mañana, nada es como en los noventa. Los veranos en el Barrio eran mágicos, el sol tostaba nuestras pieles en el césped de la piscina de San Juan Bosco. O en Hogares Mundet. En la radio sonaban "Ace of Base" y cosas así. Y los adolescentes se tiraban de cabeza al agua. Algún que otro graciosillo agarraba a su chica y la tiraba al agua mientras ella chillaba y pataleaba. Yo era muy pequeña y lo veía todo desde mi toalla comiendo un bocadillo. Ansiaba ser mayor. Luego volvíamos a casa y en la tele daban "Loca Academia de Polícia". En las verbenas de San Juan, se cortaba la calle Santa Albina y todos bailábamos al son de la orquesta. Los niños del Barrio, que por consecuencia directa o indirecta, también eran compañeros del colegio, encendían cohetes y todos salíamos corriendo a la señal de mecha encendida. Un montón de mosquitos se posaban en mi camiseta amarilla. Quería ser mayor. Y luego, vuelta al cole. Nuestro colegio no tenía patio, pero no nos importaba. Cada mañana íbamos al Parque de la Rueda y jugábamos tantísimo rato que aún me cuesta recordar cómo es posible que sólo fueran 30 minutos. Allí nos encontrábamos todos: los pequeños y los mayores. Y yo quería ser mayor para poder columpiarme en la rueda tanto como quisiera, sin que nadie me obligara a bajar. Ya no existen las ruedas. Ya no existe nuestro cole Mistral. Ya no existen casitas de dos pisos. Ni verbenas festejadas. Ni terracitas de bares. Ahora ya no queda nada de eso. La ciudad invadió nuestro pequeño lugar entre el Carmel y la Teixonera. Grandes bloques de pisos. Cemento. Mucho cemento. El negocio de la vecina del quinto tiene la persiana bajada o se ha convertido en un Basar Oriental. No suenan Ace of Base. No se escucha nada. Y no huele a nada. Ya no hay niños en el parque, ni piscinas municipales. Ya no hay compañeros del cole. Ni bancos en los que sentarse a comer unas cuantas bolsas de pipas. Y por eso lloro un poquito cada vez que vuelvo por aquí. Porque ansiaba ser mayor y ahora, siendo mayor, echo mucho de menos mi niñez. Y mi Barrio. Y mi gatito Missy, que irremediablemente me acompañó en todos estos momentos. Todavía abro la puerta de casa de mis padres con prudencia para que no se escape. Y luego pienso "qué tonta..., si ya no está". Si ya no queda nada de lo de antes. Si todo es nuevo. Efímero. Superficial. Si la gente ya no se quiere. Si ya no se abraza. Si el amor se perdió en algún momento de los noventa.

aSÍ SERÁ

Te diré lo que haremos. Iremos a mi casa. Y luego te marcharás. No te pediré tu número, ni tampoco te daré el mío. No me mandarás ningún mensaje después. Ni yo tampoco a ti. Seguramente tampoco te diré mi nombre. O quizás me lo invente. Nunca he mentido sobre mi nombre y creo que es una buena opción para empezar a mantenerme alejada. Para poner barreras, ya sabes. Quizás te diga que mi nombre es "mmm... Sabina". Y que soy fotógrafa. Seré Sabina por una noche y tú serás... nadie. No serás nadie. Nadie. Nadie. Nadie. Si me lo pides, te daré un número falso. Y si, después de todo, me acabas gustando... pues no sé, dejaré que la vida nos vuelva a reunir. La vida lo hace, ¿sabes? La vida siempre nos hace volver como las olas del mar vuelven a la orilla. En realidad las olas no quieren estar en la orilla, quema demasiado. Pero las corrientes marinas las empujan hasta allí. Es irremediable, cariño. Será irremediable que tú acabes siendo la ola de mi orilla y que la corriente marina de la vida te vuelva a empujar hacia mí. Aunque todo junto queme demasiado.

cARTA A UN DESCONOCIDO II

Yo, que pensé en disfrazarme de poeta e ir a buscarte con una mandolina y cantarte esta canción... Iba de camino, lo juro. Iba de camino con una sonrisa y mi mandolina a cuestas. Y fue girar la esquina y... ¡oh! Una bofetada sin escrúpulos. Y vuelta a la realidad. Nunca antes una bofetada me había hecho volver a la realidad. Y mira que me he llevado unas cuantas. Podía haber llorado muchísimo. Pero la reacción fue la inversa: me he reído muchísimo. Ya era hora. Ya era hora. Estoy en el mundo por primera vez en mi vida. He abandonado las nubes y realmente tampoco se está tan mal... Por fin desgasto la suela de mis zapatos pisando con los pies las aceras de Barcelona. Ahora sólo quiero abrir las puertas de mi balcón y salir a chillar con los brazos en cruz. El pecho desnudo, las propias nubes se encargarán de coser la herida... Aunque, diciendo la verdad... no ha sido muy profunda... El corazón vuelve a estar dentro y muy sano. La cabeza también. He abandonado la locura por una temporada, quizás es el efecto de la primavera... Estoy muy feliz. Y por fin soy capaz de ver tu mediocridad... qué jodidos 400 minutos me diste... !!!!

cARTA A UN DESCONOCIDO III

Tú y yo ya nos conocemos. De antes. No de ahora, sino de mucho antes. Más allá del 2007, mucho más lejos. Por qué vienes y vas? Me haces sentir como un personaje de Kundera, de Marai... No, espera. Me haces sentir como la propia Marguerite Duras. Sí... Quizás soy la propia Marguerite Duras y tú eres mi amante. Mi amante. Recibiré una llamada. Dentro de 40 años recibiré una llamada y me dirás "necesitaba escuchar tu voz". Y me acurrucaré en el suelo con el teléfono colgando de mis manos y no sabré qué responder. Como cuando me preguntaste por qué. Amor mío, el porqué es muy sencillo. Nunca te obligaré a estar conmigo. Creo que alguien que ama a otra persona lo debe hacer de forma incondicional. Así que no te voy a pedir que te quedes sólo porque yo te quiera. Bueno, espera. Ya que estás aquí, quédate un ratito, no mucho. El tiempo justo para dormirme entre tus brazos. Y luego vete. Márchate y regresa cuando quieras.

lA NAVIDAD...

Cuando me llevó a su pueblo de escapada (y digo escapada porque literalmente fue una misión secreta, es lo que pasa cuando se es infiel), me llevó a un bar-restaurante a tomar café helado. Le dije "no me gusta el café" pero él insistió "éste te gustará, ya verás, es café helado". Más tarde, mucho más tarde, el café helado sería uno de los postres que más echaría en falta de aquella ciudad. Sin embargo, lo importante de este hecho no es el café helado (aunque a otros efectos sí que lo sea). Lo importante es que mientras me tomaba el café helado, de pie, delante de la barra del bar, él observaba cualquier gesto mío con mucha curiosidad. Supongo que era extraño y divertido ver a una española tomar café helado por primera vez. A lo mejor las españolas tomamos café de manera distinta a las italianas... Bien, no sé, esto tampoco es relevante... A lo que me quiero referir es que, mientras tomaba café helado, de pie, delante de la barra... Una niña de unos tres o cuatro años empezó a corretear a nuestro alrededor. Los dos nos giramos para verla, él sonrió y yo forcé una sonrisa: nunca me habían gustado los niños. Sin embargo, cuando nos volvimos hacia la barra de nuevo, nuestras miradas se cruzaron. Su mirada escrutó mi interior, su mirada me dijo algo y yo me asusté. Le interrogué con mis ojos castaños y su respuesta fue la misma, seguía con el mismo planteamiento. No cambió, ni se arrepintió, no. Sus ojos verdes se prometieron con mis ojos castaños... Yo sólo tenía veinte años, entendedme, tenía veinte años recién cumplidos y me asusté. Aparté mi vista de la suya, jugueteé un poco con la cañita del café helado... Observé el sitio... Era casi Navidad, todo estaba decorado para la ocasión. Entonces, mientras sentía sus ojos a mi lado, todavía escrutando mis movimientos, me dije a mí misma "de acuerdo, adelante". La sorpresa fue que mi pacto era real, el suyo supongo que era fruto del éxtasis del momento (es lo que pasa cuando se es infiel). Después de Navidad nada quedó. Ni miradas, ni palabras, ni gestos. Nada. Un futuro en el suelo. La Navidad hizo añicos su planteamiento. La Navidad (y su infidelidad innata) le llevó a plantear lo mismo a otra persona. Por eso cuando alguien me pregunta "¿Te gusta la Navidad?" mi respuesta, desde hace cinco años es la misma.

Archivo del blog

Seguidores