Aquí estamos.
Sábado 30 de mayo de 2009.
Teniendo amagos de poner “2007” en la fecha.
Pensando en si son 18 o 21 los años que llevo encima.
El tiempo pasa demasiado rápido como para asimilar todos los cambios que se producen cuando uno es joven.
Carpe Diem, suelen decir.
Pero con esta sucesión de hechos tan repentina, parece imposible vivir cada segundo.
Y aquí estamos.
Sí.
A cuatro semanas de acabar la carrera.
Viendo pasar la vida tan rápido como quien mira el paisaje a través de la ventanilla de un tren.
Viviendo.
¿Fue ayer cuando comentábamos lo que queríamos ser de mayores?
“Uff...¡la universidad! Qué lejos queda”.
Y aquí estamos.
Sábado 30 de mayo de 2009.
Pensando que es 2007.
Y sintiendo como cuando tenía 18 años. 16, si me apuro.
Carpe Diem.
Y lo que venga.
Todavía no lo sabemos.
Supongo que ahí está el truco.
Parece que el fin de un gran ciclo ha llegado.
Un paso más allá.
Un pequeño saltito hacia otro mundo.
Romper el caparazón.
Asimilando que dejamos de ser estudiantes como quien asimila que una ya no tiene edad de llorar con según qué cosas, o de jugar con muñecas.
“Uff... ¡la universidad!”
Qué lejos queda esta frase.
Y cerca.
Sábado 30 de mayo de 2009.
Teniendo amagos de poner “2007” en la fecha.
Pensando en si son 18 o 21 los años que llevo encima.
El tiempo pasa demasiado rápido como para asimilar todos los cambios que se producen cuando uno es joven.
Carpe Diem, suelen decir.
Pero con esta sucesión de hechos tan repentina, parece imposible vivir cada segundo.
Y aquí estamos.
Sí.
A cuatro semanas de acabar la carrera.
Viendo pasar la vida tan rápido como quien mira el paisaje a través de la ventanilla de un tren.
Viviendo.
¿Fue ayer cuando comentábamos lo que queríamos ser de mayores?
“Uff...¡la universidad! Qué lejos queda”.
Y aquí estamos.
Sábado 30 de mayo de 2009.
Pensando que es 2007.
Y sintiendo como cuando tenía 18 años. 16, si me apuro.
Carpe Diem.
Y lo que venga.
Todavía no lo sabemos.
Supongo que ahí está el truco.
Parece que el fin de un gran ciclo ha llegado.
Un paso más allá.
Un pequeño saltito hacia otro mundo.
Romper el caparazón.
Asimilando que dejamos de ser estudiantes como quien asimila que una ya no tiene edad de llorar con según qué cosas, o de jugar con muñecas.
“Uff... ¡la universidad!”
Qué lejos queda esta frase.
Y cerca.