Datos personales

Mi foto
Pensiero stupendo.

sobre el título del blog...

No eran tres pulseras de bisutería comunes. El ruido era agudo, felino, punzante. Se metía en lo más hondo de mis oídos, viajaba hasta mi pecho y allí explotaba, dejándome sin respiración. Cada vez que escuchaba el ruido de aquellas tres pulseras de bisutería chocando entre sí en la pálida y fina muñeca de aquella mujer, mi corazón daba un vuelco y me preparaba para lo peor. Podía estar lejos, muy lejos, que yo la reconocía por el simple tintineo de aquellos abalorios.

jueves, 4 de abril de 2013

lA RUTA.


Empieza la ruta entre abrazos de desconocidos que llevan en los ojos escrita la palabra "sexo", y sus besos son una mezcla de aliento a cerveza y tabaco. Tienen las huellas dactilares desgastadas de tocar a tantas mujeres que ni siquiera pueden recordar; pero mientras hablas con ellos, esconden y prometen. Tú, que sabes perfectamente lo que llevan escrito en los ojos ahora inyectados en sangre por culpa del alcohol, eludes lo que quieren de ti y lo aceptas. Y dejas que tu mente viaje mientras hablas con ellos por automatismo. Mientras hablas con ellos, deseas que ojalá alguien te esperara en algún lugar y no tener que aguantar toda esta basura protocolaria pre-polvo. 
Toda esa congoja que te provoca el saber que no, que nadie te espera, que nadie te aprecia porque quizás eres un poco despreciable, te crea un nudo en la garganta y tus ojos se humedecen porque te entran ganas de llorar. Pero no puedes porque tienes a un ser también despreciable delante de ti, hablando de no sé qué en no sabes dónde. Así que lo único que puedes hacer es asentir, sonreír y disimular mirando hacia arriba para obligar a volver a su sitio de procedencia a la lágrima que está a punto de salir. Y luego, para ahogar la congoja más todavía, te precipitas hacia tu vaso y bebes un gran sorbo de cerveza, mohito o cubata, o lo que sea que tienes en la mesa. Pero no gin tonic, porque a ti las cosas "demasiado" amargas no te gustan. Curiosa paradoja.

eL SUR DE ITALIA.

El sur de Italia es un soplo de aire fresco para los ojos del extranjero. Es una sumersión en la verdad de la vida. En la vida tal como es. La gente del sur tiene la verdad de la vida grabada en la cara, la verdad de la vida en el talante. Y eso, a mí, me gusta por encima de todas las cosas. Por eso vuelvo de vez en cuando y cuando alguien del norte de Italia me dice "¿y no hubo otro lugar para irte?...", me dan ganas de decirle... "volvería a cometer todos los errores y todos los aciertos de mi vida si todo ello me llevara de nuevo a Nápoles". Y quizás elegir Nápoles fue un poco consecuencia del amor. Y quizás escapar de Nápoles también lo fue. Quizás Nápoles fue la consecuencia de todo. Y quizás Nápoles es la causa de todo. Todavía no lo sé. Y esa incertidumbre, a mí, me gusta por encima de todas las cosas.

mADE IN BARNA.


Convertirse en un deshecho humano nunca estuvo en la lista de mis objetivos. Ahora que me levanto cada mañana y siento miles de agujas pinchándome en los pies cuando los apoyo contra el suelo... me siento como un deshecho humano. Me dejo la vida y la salud vendiendo cosas en las que no creo para poder pagarme un alquiler y llevarme algún trozo de pizza a la boca y emborracharme con un par de cervezas. Si tengo suerte, o no, alguna de esas noches me voy a la cama acompañada. O no. Los hombres que conozco en las noches de Barcelona son curiosos: los hay que follan y se van, así, nada más acabar, y sin preocuparse de tu estado 'es que me he metido mucho M, muchas anfetas, he bebido mucho, tu cama es incómoda, me agobia tu habitación...' la culpa siempre es del alcohol y de las drogas, jamás de ellos; y los hay que no follan y se quedan a dormir, y te abrazan y se pasan la noche tapándote con el edredón si te ven destapada. Normalmente pienso: 'Qué mono', o 'qué pesadito', o 'qué hijo de la gran puta, no me puedo creer que me esté haciendo esto', o 'como no deje de roncar, mi codo se va a clavar en sus jodidas costillas de borracho danés'... eso es lo que siento la mayoría de las veces. Al día siguiente todo es confuso y raro. Aunque también están los que follan y se quedan. Esos son los más peligrosos. Si tiene suerte, o no, me enamoro de él, así, nada más conocerle... y me levanto diez minutos antes para prepararle un café, de los caros, de los de Nespresso. De esos que cuestan 30 céntimos por cápsula. Y también le caliento un trozo de Brioche o Croissant. Bueno, eso era antes, cuando mi compañera de piso trabajaba en una panadería. Nos traía todo de gratis. Ahora... bueno, ahora ya hace mucho que no me despierto acompañada. Pero si lo hiciera, creo que le prepararía mi mierda matinal, esa que llega nada más tomarme MI café de marca CONDIS, porque me gasté todas mis cápsulas Nespresso en un gilipollas francés. Me dan ganas de llamarle y decirle, devuélveme mis cinco cápsulas, vomítalas, si quieres. Y también gasté todas mis raciones de brioches y croissants en él. Me imaginé que siendo gabacho, si le preparaba un desayuno francés se enamoraría de mí. El resultado fue peor de lo que me esperaba. A nadie le importa el resultado. A mí tampoco. 
A veces me dan ganas de acabar con todo, sin embargo, muchas otras siento un pánico enorme delante de la muerte. Empiezo así: "yo, yo, bueno, tú, yo, tú, yo, tú que estás aquí, que soy yo, yo voy a dejar de ver, de sentir, de tocar. Yo, yo, yo..." Y a cada 'yo' estoy más dentro de mí, tan dentro de mí que me siento más 'yo' que nunca y tengo un miedo atroz a dejar de serlo. Dejar de vivir... a mí la muerte no me da miedo, lo que me aterroriza es dejar de vivir. Que aunque no lo parezca, son enfoques diferentes ante un mismo tema. Creo.

nOVIEMBRE

Y noviembre... noviembre sólo me recuerda a ti y a aquella casa. La MTV italiana todo el día en la tele, porque era lo único que soportábamos de entre toda la basura de programación italiana. ¿Recuerdas que teníamos que bajar el volumen o subirlo antes de cambiar de canal? Si cambiábamos de canal antes de hacerlo, el sonido se iba. Recuerdo que los primeros días nos pasábamos las horas viendo la tele sin sonido. Y cocinando crudo porque todavía no habíamos descubierto que teníamos una cocina de gas. Me río un poco cada vez que lo pienso. Cada vez que pienso que éramos demasiado jóvenes e inútiles como para saber el daño que algunas cosas causan en la vida de los demás. Yo todavía lo recuerdo, aunque hayan pasado cinco años y todavía sigo escuchando aquella canción de Alicia Keys que no paraba de sonar en la MTV. Una y otra vez. Y el olor a caldo de sopa, el olor a pasta cocida y a desengrasante de cocina. No es muy romántico decir que "No one" de Alicia Keys me recuerda irremediablemente a ti y a aquella ciudad. Y tampoco lo es decir que también me recuerdan a ti los anuncios italianos de Navidad de Kinder y de Vodafone. Qué frío hacía en aquella casa y qué juntos dormimos todos los días de octubre, noviembre y diciembre. ¡Y cómo llovía! Y qué bonita fue aquella ciudad y qué bonito otoño y qué preciosa Navidad. Y todo tan bonito, perfecto, encantado que el final fue más doloroso de lo que algunos jamás podrán llegar a imaginar. Querido S, sigo sin saber dónde agarrarme. Y algunas noches tus palabras italianas todavía resuenan en mi oído: "è il tuo profumo quello che mi fa impazzire". Y todos los días, mis palabras se ahogan en mi garganta: "Amore mio, dopo di te, non so amare più. Non ci riesco, amore".

domingo, 25 de noviembre de 2012

rELATO DE MADRUGADA

Lucía agarra bruscamente a François del brazo. Como si la vida le fuera en ello. Lo ha visto de repente bajo la tenue luz del concierto. Cuando François se gira hacia Lucía y se da cuenta de que es ella, palidece. Evidentemente, no esperaba encontrársela allá. Se quedan un momento paralizados, ella con su mano agarrada como un ave de presa a su brazo. Él con el brazo inmovilizado, no por ella, sino por la situación. No dicen nada. Permanecen allá, sin decir nada. Recuerdan la última vez. Tensión. Mucha tensión. Lucía le interroga con su mirada, sus ojos negros brillantes como luceros envueltos en pestañas. Lucía ni siquiera parpadea. Tuerce un poco la boca en forma de sonrisa. Lo justo para que la mueca describa un "¿qué haces aquí?". La sorpresa en los ojos de François pregunta lo mismo. Sin embargo, los dos obvian esa cuestión y de sus labios sólo sale un falso pero alegre "¿Qué tal?". Con falso, nos referimos a que si realmente les hubiera interesado saber el uno del otro, se hubieran llamado en algún momento en los últimos cuatro meses. Cuando François responde "muy bien" con su acento francés, también responde (aunque sin decirlo) aquello que ella sabe y que él sabe que ella sabe. Y no porque se lo haya dicho él, porque la relación se acabó sin hablar. Un buen día, ella se levantó y ya jamás volvió a saber de él. Lo que supo, lo supo de oídas. Entonces, cuando François responde "muy bien", ella sabe que él sabe que ella sabe que él volvió con ELLA. Y como volvió con ELLA, ella ya jamás volvió a saber de él. Hasta el día del concierto. François continúa con un nuevo falso "¿Y tú?". Decimos falso porque si realmente le importara, jamás habría desaparecido sin dar una explicación. Ella miente y dice "muy bien, también, gracias". Y siguen inmóviles. La tensión aumenta mientras se siguen escrutando el uno en la mirada del otro. ¿Qué más información pueden robarse sólo con la mirada? "¿Se alegra de verme?, ¿Todavía siente algo por mí?, ¿Se arrepiente de lo que hizo?, ¿Me está pidiendo perdón?, ¿Me está pidiendo alguna explicación?". Y mientras siguen observándose, ella desvía la mirada hacia los labios de François. Tiene tantas ganas de besarle como la última vez. Se esfuerza en no hacerlo. La música ahora es una simple melodía de fondo. Todavía con su mano agarrando el brazo de François, Lucía piensa en mil cosas a la vez en aquel microsegundo que más tarde recordará como una eternidad. Y mientras sigue enganchada en la mirada opaca y profunda de François, en esa mirada que recoge una nariz perfectamente francesa, piensa, por ejemplo: "aquí, en estos pequeños instantes es cuando te lo juegas todo. Volver a verle o no solamente depende de lo que diga o de lo que me calle. Es ahora el todo o nada. ¡Qué responsabilidad!". Y la tensión del momento, las ganas de besarle, el saber que no puede porque ya no le está permitido, el no saber qué hacer y el querer hacerlo todo, hacen brotar de entre sus labios un "Encantada de volver a verte, que te vaya muy bien". Y sus piernas se ponen en marcha solas, sin que ella lo quiera. Camina muy deprisa pero a ella le parece estar caminando muy lentamente. En realidad quiere desaparecer pero también quiere que ahora sea él quien la agarre del brazo por detrás, como en las películas. Y camina deprisa porque sabe que eso no va a pasar pero todavía tiene esperanza y no quiere perderla. Quiere desaparecer lo más rápido posible y pensar que si él no la agarra por la espalda es porque ella se ha ido demasiado deprisa y él no ha tenido tiempo de frenarla, no quiere pensar que en realidad si él no la frena es porque realmente no quiere. Y, un momento después, Lucía está tan lejos en el tiempo y en la distancia de aquel microsegundo, que vuelve a la realidad. Se da cuenta de que lleva dos minutos en apnea. Y ahora ya solamente quiere respirar y esperar en un rincón a que él aparezca. Y como nunca va a aparecer, ella siempre va a pensar "me fui demasiado rápido".

uNA CENA PARA LOS DOS


Había pensado en una cena para los dos, en agosto. Una cena a la luz de las velas, con los grandes ventanales abiertos para que entrara un poco de corriente en la casa y sofocara el insoportable calor de Barcelona. Lo tenía todo pensado. Ab
riría el sofá para convertirlo en cama doble. Compraría algo de comida exótica, excepto tofu porque la última vez se le pudrió en la nevera esperando. Con aquella espera, un poco de su corazón también se pudrió, pero ahora no vamos a hablar de eso porque no vale la pena recordarlo. 
Sabía qué música escucharían y qué ropa vestiría aquella noche de agosto. Lo tenía todo pensado, sabía los temas de conversación, las risas, los besos e incluso había programado las caricias. Todo lo tenía pensado. Como cuando escribes el guión de una película. En este caso, pudimos verla escribiendo el guión de su vida. Olvidose de la realidad por completo. Olvidose que en la vida real, el tofu siempre se pudre en la nevera, sólo que en este caso no se pudrió el tofu, sino su corazón entero porque pasó todo julio programando una noche de agosto. Y pasó todo agosto esperando que sucediera. Y hoy ya es noviembre.

mE ESCAPO

Voy a escapar de la posibilidad de abrir la puerta de cualquier bar y encontrarte sentado en la penumbra con ella, riendo, mientras te llevas ese vaso de cerveza a la boca. El cinismo se ha apoderado de todos nosotros: tú te quedas, ella viene y yo me escapo. Aunque sé que volverás como vuelven todos: arrepentidos, miserables, desgraciados.

Archivo del blog

Seguidores