La luz entra por la ventana. Abro los ojos. Ordeno mis pensamientos: quién soy, dónde estoy, qué hecho en las últimas 24 horas. Sonrío. Respiro. Miro hacia un lado y estás ahí. Duermes como un niño. Me acerco a ti y te miro. Mi cara muy cerca de la tuya. Respiro de tu respiración. Te acaricio la cara. Acaricio con el dedo índice tu nariz. Todavía no sabes que me encanta tu nariz. Repaso el perfil de tus labios. Sonrío.
Supongo que debes haber notado mis caricias. Abres los ojos lentamente. Nuestras miradas se encuentran muy cerca. "Hola". Te digo. Sonrío. "Hola". Me respondes. Sonríes. No podemos decir nada más. Somos dos desconocidos que, de alguna manera, se conocen desde siempre.
No decimos nada más. Seguimos callados muy cerca el uno del otro. Me retiras el pelo por detrás de la oreja. Me acaricias la cara. Escrutamos nuestras miradas como si fuéramos animales. A cada caricia, nos respondemos con la mirada. Y, mientras permanecemos así, solamente pienso en lo maravilloso que fue que aquel día la vida nos hiciera coincidir.
Haces desaparecer el mundo a mi alrededor. ¿Alguna vez alguien te había dicho algo así?
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