
Estoy asomada al balcón y pierdo la mirada entre las copas de los árboles, que quedan por debajo de mis pies. Miro hacia un lado y veo toda la calle rellena de copas de árboles. Una gran y alargada alfombra verde. Miro hacia el otro lado: lo mismo. Qué curiosos los árboles, tan altos y ahora están bajo mis pies. Ellos no necesitan amor, pienso. Solamente agua, tierra y aire. Y, aunque ahora mismo se encuentren atrapados entre paredes de edificios, como si fueran una especie de masa de chocolate verde entre dos duras láminas de galleta, ellos siguen creciendo, fieles a su instinto. No tienen amor, están chafados. Entre edificios, están chafados. Pero siguen creciendo. Ojalá pudiera ser yo ésos árboles, ahora muy inferiores a mí, por debajo de mis pies. Pero tan superiores, por encima del ansiado y necesitado amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario