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Pensiero stupendo.

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No eran tres pulseras de bisutería comunes. El ruido era agudo, felino, punzante. Se metía en lo más hondo de mis oídos, viajaba hasta mi pecho y allí explotaba, dejándome sin respiración. Cada vez que escuchaba el ruido de aquellas tres pulseras de bisutería chocando entre sí en la pálida y fina muñeca de aquella mujer, mi corazón daba un vuelco y me preparaba para lo peor. Podía estar lejos, muy lejos, que yo la reconocía por el simple tintineo de aquellos abalorios.

jueves, 21 de octubre de 2010

fINAL...

¿Sabes cuánto tiempo he estado esperando este momento? Dos años y nueve meses, sí. Dos años y nueve meses viendote en cualquier sitio, adivinándote en cualquier cara que se me antojara parecida a la tuya. Ayer, sin ir más lejos. Ayer te vi en el metro. Casi siempre te veo en el metro, no sé por qué. Hacía tiempo que no pensaba en ti. Pero ayer pensé. Y hoy también. Justo una hora antes de que todo pasara, he pensado en que todo siempre vuelve a su sitio. Menos lo nuestro. Porque estábamos demasiado lejos. Estamos demasiado lejos como para un encuentro fortuito en mitad de Las Ramblas. Yo yendo a trabajar y tú de turismo. ¡Cuántas veces lo he imaginado! Pero hoy, tal y como has venido a mi cabeza, te has ido. Mejor dicho: te he echado. Porque no tiene sentido. O, al menos, no lo tenía. Hasta hoy.
Y entonces ha sucedido. De repente, estaba sentada frente al ordenador mirándote a los ojos verdes. Verdes ojos que un día me encandilaron y entonces lo he entendido todo. Tantas veces intenté buscar las respuestas. Tantos años imaginando posibles respuestas a tantas preguntas. Y entonces he comprendido que jamás he estado loca. Ni obsesionada. Ni obcecada en tu recuerdo. Simplemente hemos estado juntos. El uno al lado del otro. Sí. Porque era imposible un recuerdo tan presente. Porque era imposible soñar contigo de aquella forma tan real, donde polía oler tu pelo, acariciarte la nariz, envolverme en tus brazos, abrazos y acurrucarme allí. El sitio perfecto. Los cuerpos perfectos. Estábamos hechos a medida. Yo cabía perfectamente en el hueco de tu pecho si me encogía como una niña. Y tu espalda y tus brazos me rodeaban entera. Podía esconderme en tu cuerpo.
Siempre hemos estado juntos, S. Siempre. Si yo caminaba por la calle, tú ibas a mi lado agarrándome de la mano. Me susurrabas al oído mientras hacía el amor con otro. Me espiabas, me observabas y por eso siempre te veía en todas partes. En todos los rostros. Siempre estabas.
Pero, ¿sabes? No podemos ir más lejos. Esto tiene que terminar aquí. Debe terminar ahora. No debemos alargarlo más porque los amantes jamás pueden estar juntos. Los amantes están destinados a estar separados o, de lo contrario, todo acabará en tragedia. ¿Te imaginas ser los Romeo y Julieta de este siglo? ¿Te imaginas escaparnos del mundo, dejarlo atrás todo y marcharnos lejos, muy lejos, de todo lo que nos ancla a este presente? Haríamos mucho daño a muchas personas, pero conseguiríamos estar juntos. Aunque, sinceramente, no creo que tuviéramos un final feliz. Y por eso, sólo por eso, quiero quedarme aquí. Ahora. Así, S. Sabiéndote cerca. Para siempre.

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